9am, suena el despertador. Es agosto, y el termĂłmetro ya coquetea con los 32 grados. El dĂa invita a mantenerse cerca del mar. En Positano, las mañanas son un lienzo salpicado de colores vibrantes y sonidos que te invaden. El alboroto de los turistas se fusiona con el canto del idioma local, creando una mĂşsica que se mezcla entre el cáos y lo perfecto.


Cangrejos frescos recién llegados al puerto de Positano.


Llegamos al puerto, mi novia SofĂa y yo. El ambiente se describĂa como una mezcla incomoda de calor, sudor y olor a marisco.Â
Nuestra misiĂłn era clara: conseguir un barco pequeño (si podĂa ser un clásico barco italiano de madera, mejor) que nos llevara a una pequeña playa que nos habĂa recomendado un amigo y se escondĂa entre unos acantilados.
La suerte nos sonriĂł en forma de un marinero autĂ©ntico que parecĂa salido del tĂpico anuncio de perfume. Con su piel bronceada, gafas de sol redondas y una camisa de lino que ondeaba con el viento, era la viva imagen de la esencia italiana. En un acento que buscaba ser entre seductor y vendedor, nos dijo que la playa a la que irĂamos quedaba a unos 15 minutos en barco.


Tumbonas y sombrillas estampadas a rayas, un clásico italiano.


La barca que nos llevarĂa a destino.
A medida que el pequeño barco se alejaba de la costa, la perspectiva evidencia la belleza autĂ©ntica del pueblo. Es una locura entender como durante la edad media, el hombre era capaz de construir casas en terrenos tan irregulares y prácticamente despojados de tecnologĂa. TambiĂ©n me llamĂł la atenciĂłn la calidad de lo construido en aquella Ă©poca para que todo siga en pie. Pienso que construir sobre las laderas empinadas de la regiĂłn debe ser complejo hoy en dĂa, no puedo ni pensar cĂłmo lo hicieron durante la antigua RepĂşblica Amalfitana. Â
A lo lejos, acurrucada entre 2 altas paredes se veĂa nuestra playa. Como es un clásico en la costa italiana, las tumbonas, toallas y sombrillas eran una sinfonĂa perfecta de colores naranja y blanco.Â
Al llegar, nos recibieron con fruta fresca y agua. Al mediodĂa, nos sirvieron una pasta con frutos de mar que tenĂa un sabor tan intenso que no he probado nunca en mi vida nada parecido.Â
Ahora bien, era la playa más local y autĂ©ntica del mundo? No. De hecho, me animo a arriesgar que los Ăşnicos que hablaban en italiano eran los camareros. Sin embargo, aquella pequeña y reparada playa de arena gruesa (por no decir piedras pequeñas) era el lugar en donde querĂamos estar.Â


El puerto de Positano.
Viajar a la Costa Amalfitana no es solamente cambiar de paisaje, es teletransportarse a un universo que se vive con la intensidad de un espresso doble en ayunas.
La comida es otro nivel de seducción. Pero, ¿es realmente solo comida, o es una conspiración local para hacerte uno de los suyos? Quién sabe.
Antes de partir, me trepĂ© a lo alto del chiringuito y retratĂ© lo mejor que pude la playa y su pequeña bahĂa.
La calidad de vida en esta regiĂłn te desafĂa: te reta a vivir más intensamente, a saborear más profundamente y a sentir más apasionadamente.
Lifetime Value
La calidad de los materiales con los que trabajamos garantizan el valor de la obra a través del tiempo.
Lista para colgar
Nuestros marcos llegan listos para colgar en cuanto salen del packaging.
Enmarcado a mano
Cada marco es producido de forma artesanal por talleres especializados en Fine Art.
Hecho a medida
Cada historia, es enmarcada según el tamaño, color y preferencia del waller.
Devoluciones
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