Esta historia se escribe en Biarritz. Un fin de semana de Julio, un grupo de amigos nos fuimos a pasar unos dĂas a un tĂpico caserĂo vasco de mi buen amigo Jaime. Los que conocen el paĂs vasco, se podrán hacer una imagen mental de lo verde, frondoso y hĂşmedo del lugar.




El caserĂo, era blanco con postigos Bordeaux. Tenia un gran jardĂn, con una terraza y una antigua barbacoa de piedra.
El clima alternaba entre lluvia y sol. Pero no eran dĂas que uno describirĂa precisamente como “dĂas de playa”. No, para nada.
Entonces aprovechamos para recorrer diferentes pueblos vascos de la costa y del interior de España, comiendo en sitios muy especiales.
Desde mi punto de vista, esta regiĂłn tiene una energĂa especial. No sĂ© si es por el clima, por su cultura o porquĂ©, pero noto cierta melancolĂa implĂcita en sus pueblos y en su gente.


Finalmente, saliĂł el sol. Pero un sol de verano. Un autĂ©ntico dĂa de playa. Decidimos pasar el dĂa en la costa francesa, y hacia allĂ fuimos.
Durante la media hora de viaje desde Fuenterrabia hasta Biarritz, se empieza a ver como el ecosistema empieza lentamente a cambiar quedando atrás las montañas y los campos quebrados.
En cuanto llegamos a Biarritz, se empieza a respirar ver mucha vida de playa, surf, gofres y helados de todo tipo y sabor.
Es una ciudad con un ambiente familiar, pintoresca y perfectamente cuidada.
Aparcamos y empezamos a bajar por las escaleras que escudan la mĂtica playa “Cote des Basques”.


SofĂa amaneciendo en el caserĂo.


La Grand Plage de Biarritz, desde lejos.Â
Al llegar a la playa, me encontré con una escena de cuento.
Hombres y mujeres de todas las edades disfrutando de una sesiĂłn de Longboard. Temperatura ideal y olas amigables en lo que parecĂa un parque de diversiones para quienes amamos el surf.
Recuerdo mi primera vez en Biarritz, yo tendrĂa 16 años. Fui con mi Padre y mi tabla de surf a esa misma playa. La escena era otra, era una tarde de mucho mar, con olas bastante grande y corriente, exigiendo un nivel que en aquel momento no tenĂa. Me acuerdo tambiĂ©n que aquella tarde pasĂ© bastante miedo e inseguridad dentro del mar, pero habĂa llegado desde Buenos Aires hasta allĂ, no podĂa no meterme al mar.




Lechuga y tomates de la huerta.
A medida que la tarde avanzaba y el sol comenzaba a bajar, no pude evitar sentir que ese dĂa en Biarritz era más que solo un momento en una foto. Era un conexiĂłn con el mar y la tierra, un reencuentro con ese niño de 16 años que, con miedo, se metiĂł al mar. Mientras las olas seguĂan entrando, supe que este lugar siempre iba a guardar una parte de mĂ, y que, en cada regreso, el mar me recibirĂa con la misma calma y majestuosidad de aquel primer dĂa.
“The playground” es una que retrata a la perfección la esencia de Biarritz. Familia, deporte y diversión.
Lifetime Value
La calidad de los materiales con los que trabajamos garantizan el valor de la obra a través del tiempo.
Lista para colgar
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Enmarcado a mano
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Cada historia, es enmarcada según el tamaño, color y preferencia del waller.
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