VolvĂ a Ahangama en 2023 con la sensaciĂłn de regresar a un lugar que me conocĂa por dentro. Durante años fue casa, rutina y refugio, y despuĂ©s de la pandemia sentĂ que aĂşn guardaba escenas que no habĂa mirado con calma. Una amiga sueca, fotĂłgrafa tambiĂ©n, llevaba dĂas insistiendo con un amanecer concreto. Esa madrugada cambiĂ© la tabla por la cámara y salĂ antes de que sonara cualquier alarma. El aire estaba templado, la humedad pegaba suave en la piel, y el barrio tenĂa esa quietud previa al primer pájaro.


Caminamos apenas cinco minutos bajo un techo de palmeras cuando la luz, muy tĂmida, empezĂł a colarse entre las hojas como una invitaciĂłn. Desde tierra ya era bonito: el verde subiendo de tono, las sombras estirándose, las casas aĂşn a media voz. DecidĂ lanzar el dron. Desde arriba, el paisaje se transformĂł en un tablero de luces y sombras, con la selva abriĂ©ndose como un velo y el trazado de la calle guiando la mirada hacia el horizonte. SentĂ esa certeza rara, la de haber elegido bien, incluso antes de revisar la pantalla.


El barrio despertĂł por capas. Primero los pájaros afinando el fondo. Luego, dos monos cruzando árbol a árbol como si marcaran el tempo. Por Ăşltimo, el rumor de la ruta mezclándose con puertas que se abrĂan y alguien barriendo la entrada. Caminamos sin prisa, deteniĂ©ndonos donde la luz tocaba mejor y donde una sonrisa invitaba a acercarse. Hicimos retratos breves y honestos, de esos en los que apenas hay palabras y, sin embargo, se entiende todo cuando ves la imagen capturada.
Hubo un momento de silencio que se clavó en la memoria: el sol asomó un poco más, el dron volvió a casa y la calle entera pareció contener el aire. Fue, sin exagerar, uno de los amaneceres más hermosos que he vivido. Pasado el primer impacto, llegó la gratitud, esa sensación de riqueza interior que no depende de nada externo. El tipo de riqueza que te ordena el pulso y te recuerda por qué haces fotos: para concederle a un instante el tamaño de un recuerdo.


Miro esta imagen y me devuelve la misma idea cada vez: en algunos lugares creemos que llevamos el ritmo; aquĂ lo marca la naturaleza. El sol, las plantas, la marea, el vecindario despertando a su compás. Estar presente, solo eso, se convierte en el verdadero lujo. Y quizá por eso esta fotografĂa funciona en pared: porque no habla solo de un sitio, sino de un modo de habitar la mañana, de dejar que la luz haga su trabajo y de aceptar que, a veces, elegir la cámara en lugar del mar puede cambiar la historia del dĂa.






Lifetime Value
La calidad de los materiales con los que trabajamos garantizan el valor de la obra a través del tiempo.
Lista para colgar
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Enmarcado a mano
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Hecho a medida
Cada historia, es enmarcada según el tamaño, color y preferencia del waller.
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